Felipe y el etíope |
Sermones |
Felipe y el etíope 10 de octubre de 2010
Las situaciones que se nos presentan para predicar no siempre son difíciles, a veces Dios nos pone delante a alguno que está sediento de Él; en esas ocasiones, solo hagamos lo que nos ha enseñado Jesús, los resultados son de Dios.
26Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. 27Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, 28volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. 29Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. 30Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? 31El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. 32El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. 33En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida. 34Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? 35Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. 36Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. 38Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. 39Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. 40Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea. Hch. 8:26-40
El tiempo en el que se desarrolla este pasaje, era un tiempo de persecución de la iglesia (uno de sus perseguidores era Saulo de Tarso). Felipe (de quien trataremos), era uno de los siete nombrados por la iglesia (Hch. 6:3-5); era un hombre de buen testimonio, lleno del Espíritu Santo y de sabiduría. Felipe era uno de los perseguidos (Hch. 8:4-8); en su huída, predica en Samaria, ciudad donde no eran judíos sus habitantes (en ese tiempo, muchos judíos cristianos creían todavía que el evangelio era solo para ellos), pero Felipe era un visionario (había entendido el ejemplo de Jesús), por eso predica en Samaria, solo después de Jesús. Fue productivo su paso por aquella ciudad.
Un mensajero de Dios pide a Felipe hacer un largo recorrido, de aproximadamente 120 km hacía el sur, a un lugar desértico. Él simplemente obedeció (no puso objeciones), pues se dejaba conducir por el Espíritu de Dios (Jn. 3:8). Se levantó y se fue a un camino lejano que probablemente sabía cual era, pero no sabía a qué parte del camino iba, tampoco sabía a qué iba, pero fue, porque Dios se lo pidió.
Llega a un punto donde no hay mucha gente; pero hay un funcionario que va con su comitiva, que era tesorero del reino de Etiopía. Por su nacionalidad, probablemente este hombre era negro (evidentemente, de otra raza gentil). También este etíope era eunuco (los eunucos eran hombres castrados utilizados en las cortes para custodiar las mujeres de un serrallo o cuidar los tesoros del reino). Felipe no tuvo prejuicios ni discriminó, como debe ser toda persona que predica el evangelio. El etíope era temeroso de Dios y la Biblia nos enseña que es un paso previo a creer en Jesús. Era prosélito (es decir, se había hecho a la religión judía por voluntad propia). Tenía una limitante; según la ley judía, los prosélitos eunucos no podían ser admitidos en la asamblea del pueblo (Dt. 23:1); era por lo tanto un “prosélito de la puerta”.
Aquel eunuco venía leyendo las Escrituras, pues las conocía, tenía gran necesidad de comprender la revelación de Dios y su voluntad para él. Felipe entendió que Dios le enviaba a él y le dijo: ¿entiendes lo que lees?, pues sabía que debía compartir el evangelio (vers. 30). Debemos hacernos esta pregunta cuando leemos la Biblia. Vers. 31 El etíope responde con otra pregunta. Pidamos a Dios ponga en nosotros la sabiduría para ir con algunos que están esperando que les expliquemos, porque, mientras hay muchos que no quieren saber hay unos cuantos que quieren saber; allí debemos estar.
Regresando a la pregunta de Felipe; para saber algo, primero debemos estar seguros que no sabemos. El que cree saberlo todo, ya no aprende, aunque le haga falta. Cada día necesitamos saber más de Dios. El pasaje que leía ese hombre, es el que se encuentra en Is. 53:7,8, un pasaje muy adecuado para todo aquel que quiera creer en Cristo Jesús; el Mesías de Dios sería llevado a la muerte como un cordero manso, sin injuriar a sus acusadores, ni a los que le golpeaban y escupían. Estaba entregando su vida para que nosotros tuviésemos la vida eterna. Las respuestas a esta pregunta, a través de los siglos, formarían un libro voluminoso.
A su vez, el eunuco responde con otra pregunta; ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Pero ninguna respuesta mejor que la que aparece, anunciar el evangelio de Jesús. Felipe lo hizo a partir de la profecía de Isaías mencionada. Es una tarea que todo creyente debe hacer. Sintamos el privilegio de servir así a Dios.
Después de haber obtenido respuesta aquel gentil, puede uno pensar que su entendimiento desafiaba la inteligencia y conocimiento de los expertos escribas y fariseos; la explicación es que él entendió el propósito de Dios, porque se dejó aconsejar por el Espíritu Santo, al grado de decir; Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Todo aquel que ha creído en Jesús se debe bautizar como testimonio público de que es cristiano, como un acto de obediencia a Cristo Jesús y como un medio para participar en las decisiones de la iglesia. El que cree que Jesucristo es el Hijo de Dios (como afirmó el etíope), cree que Él es el enviado de Dios para salvación, que es el único Salvador y único Señor y a quien se debe servir solamente. El que no cree en esto, es mejor que no se bautice, pero el etíope había creído; sabía quién es Jesús.
En este pasaje se refleja el procedimiento bautismal del cristianismo primitivo; descendieron al agua, porque el bautismo significa sumergir o sepultar en agua, por eso, creemos que el bautismo bíblico es por inmersión de todo el cuerpo en agua. Felipe era un administrador idóneo, porque obedeció a Dios y el etíope también. Después de esto, no es aventurado decir que el etíope introdujo el evangelio en su nación. Felipe, por su parte, siguió predicando (v. 40).
· Estemos preparados espiritualmente, con los conocimientos suficientes de la Palabra y con una actitud correcta, pues Dios nos puede llamar en cualquier momento; que no sea necesario que nos persigan, para decidirnos a predicar el evangelio. · Si Dios le llama no ponga objeciones, simplemente obedezca. · Cuando usted predique no discrimine de ninguna manera ni tenga prejuicios. · Mire si entiende las Escrituras, no hable lo que no comprenda, pida la iluminación del Espíritu Santo. · Cuando predique, hágalo teniendo como base el evangelio puro sin enmiendas ni contaminaciones. · Si alguno recibe el mensaje que usted entregó, dele gloria a Dios y por ningún motivo se envanezca. · Preparémonos para predicar a personas difíciles y a personas sedientas de Dios, a predicar donde hay muchos y donde hay sólo uno; en lugares inhóspitos y en lugares confortables. · Dejémonos guiar por Espíritu de Dios. Procuremos entender la voluntad de Dios a través de su Palabra. · Estemos conscientes de lo que nos falta conocer, siempre podemos estar sedientos de saber más de Él. · Si alguno ha creído en Jesucristo, debe bautizarse, pero ésta es una decisión voluntaria..
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