Curación de un hidrópico |
Sermones |
9 de enero de 2011
El poder de Dios se manifiesta en sus hijos, más que en la sanidad del cuerpo, en la del alma, lo cual trae como consecuencia que andan en obediencia a Él.
1 Aconteció un día de reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le acechaban. 2 Y he aquí estaba delante de él un hombre hidrópico. 3 Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? 4 Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió. Luc. 14:1-4.
El día de reposo era y es el sábado para los judíos; un día muy especial; pues en ese día debían abstenerse de hacer cualquier tipo de labor o negocio y concentrarse en hacer solo las cosas relacionadas a la adoración a Dios. Es muy importante para ellos, porque observar este día tiene el rango de ser el cuarto mandamiento (Éx. 4:8). Los cristianos, al creer en el evangelio, desde que Jesús resucitó, apartamos no el séptimo día (sábado), sino el primer día de la semana, para acudir al templo y dar a Dios la adoración que solo Él merece (Mr. 16:9, Hch.20:7, 1ª. Co. 16:2).
Este pasaje (Luc. 14) nos dice que Jesús fue invitado a comer un día de reposo a la casa de un hombre gobernante que además era fariseo. Se entiende que era un hombre con suficientes recursos económicos pues aparte de ser gobernante (ganan mucho hasta hoy), era fariseo, y no se sabe que los fariseos hayan padecido necesidad económica.
A diferencia de Juan el Bautista, que se apartaba de los pecadores, Jesús convivía con ellos (Luc. 7:34). Jesús vino para salvar a todos, pero tenía especial atención en los más necesitados (Luc. 4:18), que eran los pobres, los enfermos, los abandonados y los encarcelados. En esta ocasión, Jesús acepta ir a la casa de un rico; ya lo había hecho en otras ocasiones como con Simón el fariseo (Lc. 7:36), más adelante iría a las casas de Zaqueo y Lázaro. Él no discrimina; los ricos casi en general son pobres espiritualmente. No discriminemos persona o casa alguna. Nunca nos sintamos menos con algunos, ni más, comparados con otros. Cuando nosotros seamos invitados a comer en alguna casa, deberemos respetar a las personas y a la casa; no importando si es rico o pobre y preparémonos para comer con alegría (no con voracidad), manjares exóticos, caros y especiales, pero también con la misma alegría las comidas más sencillas y cotidianas.
El versículo 1 nos dice que a Jesús lo acechaban (lo vigilaban) los fariseos, para ver qué falta le encontraban y así poderlo acusar de algo; se habían constituido en sus enemigos, pero su hipocresía era tan grande, que podían comer con Él. En ocasiones, algunas personas también nos acechan en cuanto saben que somos cristianos y procuran saber a qué casas entramos y qué comemos y bebemos. A veces pensamos que no nos deberían dar tanta importancia, pero quieren vernos caer. Acechar incluye investigar, indagar y preguntar acerca de alguno, sobre todo para tender alguna trampa o alimentar el morbo. Eso es insano; para acechar se necesita ser de la más baja moral.
Aquí Jesús nos enseña que no porque seamos acechados dejaremos de hacer lo que debemos. Era necesario para el Señor mostrar a los que le acechaban, que Él era (es) el Hijo de Dios. Él vio en el convite, la necesidad de un invitado que probablemente no era pobre, pero que tenía una necesidad de salud. Era hidrópico, o sea, que padecía hidropesía, que es derrame o acumulación anormal de líquido seroso. Normalmente las preguntas las hacían los fariseos, para probar a Jesús. Pero Jesús aquí hace a ellos una pregunta semejante a las de ellos, para probarles; ¿Es lícito sanar en el día de reposo?, lo interesante y diferente, es que utiliza la falta de respuesta para mostrarles que es el enviado de Dios. No solo pregunta a fariseos, sino a los que entre ellos son intérpretes de la ley (o sea, conocedores). También la pregunta es para nosotros. ¿Hasta qué punto es válido quedarnos en casa el domingo para atender una necesidad de salud, económica, de convivencia o de descanso? La experiencia nos muestra que hay personas que (diciéndose cristianos), le dedicarán el domingo a las cosas de Dios, solo si verdaderamente no tienen otra opción o persona alguna que los distraiga o que los lleve a otro lado.
Debemos reflexionar en la respuesta (los fariseos debieron reflexionar). Al pensarlo bien, serían muy pocas las veces que faltaríamos al templo. Pero hay muchos que no reflexionan mucho en esto y cualquier evento les es suficiente para faltar (siempre hay algo que hacer). Los fariseos callaron; no sabían qué contestar, temían que su respuesta les comprometiera (pero Jesús siempre contestó). Estemos nosotros dispuestos a contestar y a callar. Jesús sanó a aquel hidrópico, algo que ninguno de los que hoy se dicen sanadores puede hacer. Busquemos primeramente la salud espiritual.
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